Amiano, 27 3 11: "Y no niego yo, considerando el fasto de vida en Roma, que cuantos aspiran a disfrutarlo luchen con todas sus fuerzas para lograr sus deseos ya que, una vez que hayan alcanzado sus objetivos, vivirán tan libres de preocupaciones que podrán enriquecerse gracias a las ofrendas de las damas, podrán presentarse en público sentados en coches y ricamente vestidos y podrán organizar banquetes más fastuosos que los de los reyes. Podrán ser felices si, despreciando la majestad de la Urbe, con la que chocan sus vicios, imitaran a algunos obispos de provincias, a quienes la moderación en comer y beber, la sencillez en vestir y sus ojos entornados mirando siempre al suelo recomiendan por su honestidad y buenas costumbres a la Divinidad"
Gesta inter Liberium et Felicem, 25: "Dámaso, que siempre había ambicionado el episcopado, se enteró de la consagración de Ursino, reunió a sueldo a todos los cocheros de cuadrigas y a la plebe analfabeta y, armado con garrote, irrumpió en la basílica Julia y durante tres días se entregó a una desenfrenada degollina de fieles. Siete días más tarde, en compañía de todos los perjuros y de gladiadores, pagados con buenas sumas de dinero, ocupó la basílica de Letrán y allí fue consagrado obispo. Sobornó al juez de Roma, Vicente, y al prefecto de la annona, Juliano, y así logró que Ursino, varón venerable, ya consagrado obispo, fuese desterrado [...] Después, Dámaso redujo a bastonazos y matanzas de todo tipo a la plebe [...] y reunió con argucias a los gladiadores, a los cocheros y a los sepultureros y a todo el clero, con hachas, espadas y garrotes, sitió la basílica ^...] y provocó una gran batalla. Forzó y prendió fuego a las puertas para entrar. Algunos seguidores, tras destruir la techumbre, mataron a los fieles tirándoles tejas. Sus secuaces irrumpieron en la basílica y mataron a ciento sesenta de la plebe, hirieron a otros, muchos de los cuales murieron luego [...] Dámaso, consciente de tanto crimen y temeroso, sobornó a los funcionarios del palacio imperial para que lo hecho no llegase a oídos del emperador [...] Refugiados muchos fieles en Santa Inés, Dámaso irrumpió armado con sus secuaces y mató a muchos otros."
Crisóstomo (in Blázquez, cit. 283): "Nuestros obispos andan más metidos en preocupaciones que los tutores, los administradores o los tenderos [...] y se rompen a diario la cabeza con los mismos asuntos que los recaudadores, los agentes del fisco, los contables y almacenistas."
Gregorio Nacianceno, Or. 42 (concilio de Constantinopla, 381): "No sabía que hubiéramos de rivalizar con los cónsules y prefectos, con los más ilustres generales, que tuviéramos que ser llevados en caballos con lujosos atalajes o porteados en literas con pompa y boato, que hubiera de precedernos un cortejo y de rodearnos una comitiva para aplaudirnos, que todos debieran abrirnos paso en nuestra ruta, como ante temibles animales, y que debiera ser tan grande la multitud de quienes nos preceden que pudiera advertirse de lejos nuestra comitiva."
Ambrosio, Ep. 51 3. [obispo de Milán, 374-397. Excomulga a Teodosio por la matanza de Tesalónica. Teodosio pedirá perdón]. "Si el obispo no habla a quien yerra, el que yerra morirá en su falta y el obispo merecerá el castigo porque no advirtió a quien erraba. Augusto Emperador, oye esto: No puedo negar tu celo por la fe ni discuto tu temor de Dios. Pero tienes un carácter impetuoso que rápidamente se torna clemente si se le apacigua, pero que, si se le excita, se exaspera hasta excesos que no podrás deshacer sin gran trabajo [...] En Tesalónica ha sucedido algo sin precedentes y que no he podido impedir. Denuncié previamente toda su atrocidad multiplicando mis rezos y tú mismo, al revocar tus órdenes, aunque fuese tarde, has aceptado su gravedad. No podía atenuar yo tal acción. Cuando nos llegó la noticia se había reunido un concilio al que asistían obispos de la Galia: nadie dejó en él de lamentarlo, nadie lo consideró leve; la comunión de Ambrosio tampoco podía absolverte [Ambrosio salió de Milán la víspera de la llegada de Teodosio para no participar con él en ningún ceremonial]. De otra forma, lo odioso lo hubiera sido más si nadie hubiera declarado necesaria tu reconciliación con nuestro Dios. [...] ¿Es que te da vergüenza, emperador, de hacer lo que hizo David, rey, profeta, antepasado de Cristo por la carne? Le contaron que un rico propietario de grandes rebaños quitó a un pobre, para agasajar a un huésped, la única oveja que tenía y la mató. Y David, que comprendió que esa conducta era la suya propia, exclamó: ¡He pecado contra el Señor! No te irrites, pues, emperador, si te decimos: Has hecho lo que el profeta recriminó al rey David. Si atiendes seriamente a nuestra admonición y dices: He pecado contra el Señor, si dices las palabras proféticas que pronunció el rey: Venid, adoremos, prosternémonos ante Él y lloremos ante el Señor que nos ha creado, también te será dicho: Ya que te arrepientes, el Señor te perdonará tu pecado y no morirás."
Los primeros cristianos: índice.