Como otros judíos helenizados (Filón de Alejandría) interpretaba el Antiguo Testamento alegórica o simbólicamente, afirmando la primacía del espíritu sobre la letra, al modo en que Jesús lo había hecho con el sábado, lo que era difícil de aceptar para los cristianos más tradicionalistas de Jerusalén, presididos por Santiago, hermano de Jesús, y los discípulos más próximos. Santiago, martirizado en el 62, era la principal autoridad cristiana tras la muerte de Jesús y la carta que se le atribuye se opone a las interpretaciones de la justificación por la fe que se oponen a la Ley. Una posición intermedia puede que mantuviera Pedro, que murió, posiblemente, bajo Nerón (64), más o menos a la vez que Pablo. Aparte el éxito de Pablo, la fuerza de la predicación a los gentiles, que fue la clave de la difusión del cristianismo, procedió en gran parte de la disminución de los cristianos en Jerusalén tras la caída de la ciudad (70) en manos de Tito y de la expulsión de todos los judíos de la ciudad por Adriano (135). La comunidad, muy reducida, a algunos de cuyos miembros se llamó "ebionitas" (pobres), fue poco influyente. Algunos de sus miembros no aceptaban la virginidad de María. La diversidad de enfoques se aprecia también entre los Sinópticos y Juan, cuyo texto, según la tradición, fue elaborado en Éfeso. La presencia de la divinidad, en la tradición helenística, se entendía por medio de la inspiración o de la encarnación. En Juan, esta segunda vía es la elegida, y con énfasis, pues Cristo es la encarnación física de un Logos divino preexistente. La tensión entre ambas cristologías se hizo muy visible entre las escuelas de Antioquía y Alejandría a fines del siglo IV.
Los primeros cristianos: primeras herejías.
Los primeros cristianos: índice.